Economía colaborativa, siempre desde la oportunidad

Más ligada al contexto socioeconómico real que a una globalización forzada, la economía colaborativa presenta enormes desafíos, pero también oportunidades para las economías –especialmente para las que se encuentran en desarrollo– desde el punto de vista de la optimización de recursos, la generación de empleo y la generalización y maduración en el uso de las tecnologías.

Economia colaborativa siempre desde la oportunidad

La economía colaborativa tiene fuertes bases tecnológicas (vive en Internet y el móvil), pero también sociales y comunitarias: la importancia del impacto económico y social en la comunidad están en el centro de muchas iniciativas.

Su análisis en profundidad presenta enormes complejidades. Los primeros ejemplos de grandes empresas colaborativas se han convertido en enormes plataformas tecnológicas, gigantes empresariales que estructuran la economía del alquiler y que lo hacen gracias a que resuelven problemas latentes en mercados altamente regulados. Además de la economía del alquiler que todos conocemos, la que nos lleva en coche o nos consigue un apartamento de alquiler barato, hay otras iniciativas, basadas en compartir objetos o conocimientos, en intercambiar o reutilizar, en cocrear, que tienen la capacidad de generar opciones donde no las había.

Sus implicaciones van más allá de la creación de nuevas oportunidades y beneficios a consumidores y fundadores. Su actividad impacta de manera clara en industrias ya existentes y que no pueden actuar en condiciones similares por la regulación, por los activos específicos que poseen o, simplemente, por la falta de flexibilidad. Afectan también al regulador, al que se demanda, por un lado, flexibilidad y, por otro, mano dura ante nuevas realidades no contempladas en leyes y reglamentos creados en medio de contextos tecnológicos y sociales completamente distintos. Afectan al cliente o posible usuario, que ve cómo la oferta aumenta, seguramente a un mejor precio. Y afecta a los participantes en estas iniciativas, generando ingresos adicionales donde no los había, por bienes, servicios o conocimiento, que antes era difícil movilizar más allá de una economía informal y de proximidad.

 

Generación de riqueza

Su potencial para generar empleo y riqueza, movilizando recursos infrautilizados, y su componente social y de comunidad, incluso su visión de consumo más honesto y controlado de recursos, hacen encajar la economía colaborativa en una sociedad que se preocupa cada vez más por estos temas.

Poco a poco, la economía colaborativa se va extendiendo a todas las regiones del planeta. Así lo refleja el reciente estudio La economía colaborativa en América Latina, que hemos elaborado en IE para el Fondo Multilateral de Inversiones. En este estudio hemos preguntado a los fundadores de las mayores iniciativas de la región. Los resultados presentan una visión clara de lo que está sucediendo en esta nueva industria, y pretenden ayudar a reguladores, instituciones y empresas a relacionarse con ella y ayudarla a crecer y a tener más impacto positivo en las economías de estos países y comunidades. Cuando les hemos preguntado por el futuro, su mayor preocupación a la hora de hacer crecer estas iniciativas es la falta de confianza y el desconocimiento, por parte de los posibles usuarios de los nuevos modelos de negocio, de lo que representa la economía colaborativa y cómo se estructura. Los ejemplos internacionales ayudan, pero se parecen demasiado a las empresas tradicionales. Son los exponentes de una economía del alquiler que, si bien está movilizando recursos infrautilizados y produciendo beneficios a agentes económicos –no profesionales– nuevos, lo cierto es que está tan cargada de polémicas que no ayuda a que se vea este ámbito como algo totalmente claro y transparente.

El optimismo hacia el crecimiento futuro en el mercado es grande. Las fórmulas ya se han probado en otros ámbitos y, si se consigue romper las barreras de desconfianza y desconocimiento, el futuro es brillante. Aunque seguramente esto se pueda hacer solamente con el propio peso de los modelos –funcionan y ayudan a muchos–, seguramente el camino será más corto si las instituciones se ponen a trabajar. No olvidemos que, además de poner en el circuito económico bienes y servicios infrautilizados, se genera empleo en áreas alternativas y no explotadas de la economía, que pueden ser un buen lugar para aprender, entre otras cosas, cómo funcionan las reglas de los negocios, la reputación o las transacciones online. Su potencial de aprendizaje para otros ámbitos de la economía es enorme.

El optimismo hacia el crecimiento futuro en el mercado es grande. Las fórmulas ya se han probado en otros ámbitos y, si se consigue romper las barreras de desconfianza y desconocimiento, el futuro es brillante.

El papel de las instituciones

Veamos qué pueden hacer las instituciones, ya que desempeñan un papel crucial en este momento de desarrollo de la economía colaborativa. Su posible impacto en la creación de redes de pequeñas empresas, en la colaboración y mejora de condiciones económicas de pequeñas comunidades y en el desarrollo de capacidades relacionadas con Internet y las tecnologías móviles convierte a este tipo de iniciativas en una herramienta de transformación social.

Uno de los puntos clave es sin duda la regulación –seguramente la flexibilización– de mercados como el transporte o el alquiler vacacional para igualar las reglas de competencia, probablemente subiendo algunas barreras para los nuevos y bajando otras para el negocio tradicional. Hemos visto que sí funcionan, como en el caso del transporte de pasajeros en la Ciudad de México. Sin embargo, su impacto a nivel local, en la generación de campeones locales, será limitado: por las características de la tecnología y los sistemas de reputación basados en plataformas, los mercados tienden a concentrarse en pocos jugadores. La ventaja de compañías como Uber o Airbnb en este ámbito hace difícil que iniciativas locales tengan mucha tracción. En cambio, en otros ámbitos en los que lo local, el contexto, sea más relevante, en servicios, formación, fabricación o medioambiente/agricultura, sí tiene opciones de crecimiento y apenas requiere regulación nueva.

 

La confianza del consumidor

Estas iniciativas necesitan otro tipo de apoyo: necesitan la confianza de los consumidores. Y no solo de los más avanzados o preocupados por lo social, ya que estos ya son clientes o impulsores. Hace falta que los demás den una oportunidad a esta otra opción, que entiendan que el modelo es distinto y que se basa en la colaboración o en la producción local, o en especialistas que lo son por lo que hacen en su vida privada.

Para ello resultan fundamentales las historias locales de éxito. Es decir, es necesario crear estrategias de apoyo para difundir cómo funciona el sistema y conocimiento local construyendo la necesaria confianza a partir de ese contexto de colaboración, más que explicar la tecnología y cómo apoya a la economía. No se trata de volver a contar lo bien que lo hacen los casos que leemos en la prensa, sino de impulsar historias con sentido local, apoyar sus comienzos y fomentar agrupaciones.

 

¿Y las empresas tradicionales?

Los grandes olvidados siempre en este tipo de análisis son las empresas más tradicionales, representantes de los sectores que se ven afectados por la economía y el consumo colaborativos. Más allá de la amenaza, el mundo empresarial puede aprender y colaborar con este ámbito:

  • Pueden aprender ayudando a sus clientes a compartir, facilitando la reventa de sus productos, alargando su vida útil, demostrando que tienen calidad y prestando un servicio a sus clientes y a la sociedad. Empresas como Decathlon o Patagonia ya lo hacen.
  • Pueden aprender también utilizando los modelos de negocio propios de la economía del compartir: en cada vez más ámbitos, desde los coches hasta las herramientas para empresas de construcción que pueden ser utilizadas en modo alquiler. Esto da, además, a los fabricantes la oportunidad de generar modelos de servicio totalmente distintos.
  • Pueden colaborar ayudando a las redes de colaboración que surgen en su sector, que no necesariamente compiten de forma directa con ellos: iniciativas de formación en la base de la pirámide o intercambio de ropa apoyadas por empresas del sector son algunos ejemplos de lo que ya está sucediendo. Les puede permitir entender mejor lo que ese tipo de cliente busca, apoyar al desarrollo local y fortalecer sus políticas de responsabilidad social corporativa, desempeñando un papel más relevante en la comunidad.
  • Pueden colaborar y encontrar ingresos alternativos pensando en canalizar sus recursos infrautilizados (desde espacio hasta conocimiento) en los circuitos que los nuevos modelos crean.

 

La comunidad y la sociedad

A pesar de que la amenaza y el cambio son reales, los aspectos positivos que pueden traer a la sociedad iniciativas que retengan el espíritu de la economía colaborativa son tan importantes que merecen la atención decidida de todos los ámbitos de poder. Las instituciones deben actuar ya, si no a nivel regulatorio, lo que seguramente requiere reflexión y tiempo, sí potenciando aquellas actividades que sean susceptibles de generar un impacto real en sus comunidades. La economía del alquiler requiere regulación y equilibrio; la de la colaboración, ayuda para que las comunidades y los posibles usuarios confíen en sus modelos.

A pesar de que la amenaza y el cambio son reales, los aspectos positivos que pueden traer a la sociedad iniciativas que retengan el espíritu de la economía colaborativa son tan importantes que merecen la atención decidida de todos los ámbitos de poder.

Los impulsores de este tipo de iniciativas ya lo dicen: sus motivos fundamentales para ponerlas en marcha tienen lo social y la comunidad en el centro de lo que hacen. Si triunfan, generarán no solo algunos nuevos empleos y riqueza para grupos menos favorecidos, sino también todo un aprendizaje de cómo hacer las cosas alrededor de la tecnología, que puede dar origen a todo un nuevo tejido empresarial.

Para tener ejemplos locales, es necesario fortalecer y desarrollar un ecosistema de tecnología, de conocimiento, de confianza. No hacerlo sería dejar pasar una oportunidad clave para participar en el desarrollo de una sociedad y unas economía más justas y conscientes, más ligadas a lo local y a las personas, y menos a un sistema con un rostro poco reconocible.

 

© IE Insights.

 

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