Esa sala de estar llamada ‘ciudad’

Las ciudades son en gran medida las interacciones de quienes las habitan y las visitan. Una ciudad en la que se fomenta la interacción social es más sana, más feliz. Es por ello por lo que el diseño de terceros espacios que fomenten las relaciones sociales en la urbe está en pleno apogeo. El reto consiste en habilitar distintas oportunidades a modo de salas de estar en las que se afronte el creciente desafío de la soledad de los urbanitas.

Esa sala de estar llamada ciudad

Tomando literalmente el significado que dedica la RAE al concepto urbanita (‘persona que vive acomodada a los usos y costumbres de la ciudad’), el diseño de las grandes ciudades para el futuro próximo pasa por ser lo más urbanita posible para favorecer la interacción de las personas a través de diversas actividades y espacios.

El ocio, las tiendas, los edificios públicos, las infraestructuras, los espacios de trabajo e incluso el transporte son susceptibles de convertirse en los denominados terceros espacios, como lugares generadores de experiencias sociales. En cualquier rincón de una ciudad se puede conseguir este objetivo por muy paradójico que parezca.

Hace unas décadas se acuñó académicamente el concepto tercer espacio para, tal como el sociólogo Ray Oldenburg (The Great Good Place, 1989) definió, hablar de un primer espacio, protagonizado por la vivienda; un segundo espacio, el trabajo; y un tercero, vital para los individuos, el dedicado a la vida social de toda la comunidad.

En los espacios de trabajo, las barreras entre trabajo y ocio se han diluido, pero también lo físico y lo digital.

Transformaciones en busca de la esencia social

Las interacciones sociales, el contacto humano y las relaciones sociales son factores que definen la salud del urbanita contemporáneo. Tanto desde la iniciativa privada como desde la pública se han desarrollado entornos que persiguen precisamente esto. El Box Park de Londres, un centro comercial móvil construido a base de grandes contenedores industriales, concentra tiendas, locales gastronómicos y galerías de arte, así como rincones convertidos en sedes de organizaciones no gubernamentales. Grandes firmas comerciales como Nike, Calvin Klein o Lacoste han estado presentes en este proyecto, inaugurado en 2011, que ha tenido continuidad en otras ciudades en el mundo.

Otro ejemplo es el del Matadero de Madrid, un recinto de titularidad pública que alberga actividades muy distintas a las de su origen y que destaca por ser todo un laboratorio cultural en el que se intercambian y comparten ideas procedentes de diferentes campos de creación. En él, los usuarios pueden contribuir a la creación cultural y a su difusión, compartiendo una responsabilidad que antes estaba reservada a las élites creadoras/productoras y que ahora se encuentra democratizada. Son espacios en los que, además, se incluyen lugares para el esparcimiento y hay cafés, bares o cocinas comunales.

En los espacios de trabajo, las barreras entre trabajo y ocio se han diluido, pero también lo físico y lo digital. Así, la oficina hiperconectada ha hecho evolucionar el lugar de trabajo, que ha pasado de ser un espacio al que asistir necesariamente para desarrollar la actividad a ser un hub de referencia, con un diseño que ofrece confort. Y qué mejor ejemplo que las propuestas que ofrecen los espacios de coworking, cuya propuesta de valor ha versado sobre el fomento de la interacción interpersonal.

En los últimos años han surgido, junto a Regus y WeWork, otras firmas, como Utopicus (filial para este mercado de Colonial), Spaces, Aticco (en Barcelona), Negocenter o Monday, que evidencian que, pese a los últimos vaivenes de WeWork, se está produciendo un incremento en las contrataciones en este ámbito.

Son espacios que atraen al mercado laboral a la generación millennial, más reacia a comprometerse con una entidad, y que añaden un fomento del networking en el entorno de trabajo.

La hiperconectividad es otro fenómeno que domina las calles y que pronto estará también presente en la mayoría de las modalidades de transporte, por lo que la ubicuidad del trabajo será una realidad gracias a la acción de multitud de jugadores del sector tecnológico.

En un mundo hiperconectado, está aumentando la sensación de soledad en todas las edades.

Instagram: ¿un tercer espacio?

Todas estas virtudes también definen a los espacios virtuales surgidos en los últimos años, entre los que una red social como Instagram es un perfecto ejemplo de potencial tercer espacio.

Si lo físico y lo digital convergen sin diferenciación, ¿necesitamos un espacio físico para subsanar nuestra necesidad de interacción si podemos hacerlo sentados en la silla gamer de nuestra sala de estar? En el caso de los e-games, hay 2.500 millones de jugadores, por lo que las probabilidades de interacción son enormes. A su vez, los nuevos players de movilidad, como Lyft, Uber o Cabify, tienen posibilidades de ser terceros espacios en sí mismos, promoviendo la interacción y el confort. Es posible que las próximas generaciones no tengan necesidad de salir a la calle para relacionarse y el gran desafío para las ciudades será combatir la soledad como la gran epidemia silenciosa global.

No se considera una patología médica, pero el Foro Económico Mundial, basándose en un estudio realizado por la Universidad Brigham Young de Utah, ya ha situado la soledad como una de las grandes amenazas para la supervivencia de las personas. Y es que una de las conclusiones de esta investigación es que el aislamiento social puede aumentar el riesgo de muerte prematura hasta un 50 %. Paradojas de la vida: en un mundo hiperconectado, está aumentando la sensación de soledad en todas las edades. Más que nunca, necesitamos terceros espacios en nuestras ciudades

 

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