Hacia una inversión medioambiental sostenible

A pesar de la existencia de corrientes de pensamiento que hacen oídos sordos a los cambios climáticos que se suceden en nuestro planeta, hay datos que ayudan a comprender mejor la magnitud de las implicaciones económicas, entre otras, que conlleva. ¿Podemos seguir ignorándolos? El papel que desempeñan los gobiernos y las organizaciones será crucial a la hora de parar la actual espiral de destrucción del medioambiente.

Hacia una inversion medioambiental sostenible

A poco que prestemos un poco de atención a nuestro alrededor, veremos que los cambios climáticos que se están sucediendo en las últimas décadas tienen una serie de implicaciones económicas de gran magnitud. Fenómenos meteorológicos como el deshielo de los polos, la proliferación de huracanes, inundaciones o tifones, entre otros, unidos al paulatino incremento de la temperatura global, que ha derivado, especialmente en el hemisferio norte, en el acortamiento de estaciones con temperaturas más templadas, como la primavera y el otoño, son solo algunos ejemplos de los cambios que está experimentando nuestro planeta.

Aunque parece existir una corriente que niega las consecuencias que están desencadenando estos cambios, lo cierto es que hoy en día ya contamos con datos suficientes para comenzar a calibrar los efectos que pueden conllevar. Por citar tan solo algunos ejemplos, basta con observar la pérdida de biodiversidad, que, según los expertos, llevará a la extinción de una de cada seis especies de flora y fauna del planeta; u otra pérdida, la de los recursos hídricos, en algunos casos, mientras que en otras zonas asistiremos a la pérdida de territorios por la elevación del nivel del mar.

En algunos países, esos efectos devastadores se estiman en pérdidas incalculables. Por ejemplo, la desaparición de millones de abejas está provocando la falta de polinización de grandes hectáreas de plantaciones y bosques, con graves consecuencias, teniendo en cuenta que alrededor del 75 % del sector agrario mundial depende de ello.

El coste de las políticas medioambientales está en el argumento de aquellos que prefieren destinar sus presupuestos a otros sectores menos respetuosos con el medioambiente.

El precio de la destrucción

Para los que aún no quieren ver el ritmo vertiginoso al que se están destruyendo miles de ecosistemas, basta con prestar atención a cifras como las que indican que, tan solo en infraestructuras, se espera la pérdida de más de dos billones de euros en activos. Y todo esto no ha hecho más que empezar, ya que, de seguir a este ritmo, los costes del calentamiento global seguirán creciendo de forma acelerada.

¿Y qué están haciendo los gobiernos actuales para solucionarlo? El Protocolo de Kioto sobre el cambio climático, que se firmó en 1997, aunque no entró en vigor hasta 2005, con el objetivo de reducir las emisiones de seis gases de efecto invernadero causantes del calentamiento global, buscaba dar los primeros pasos para disminuir la contaminación global. Un total de 187 estados lo firmaron, con un gran ausente, Estados Unidos, uno de los grandes emisores de gases de efecto invernadero a escala mundial. No fue hasta 2015 cuando firmó su adhesión junto con China en la Conferencia de París.

Sin embargo, el posterior abandono del Acuerdo de París anunciado por Trump vuelve a poner en evidencia la necesidad de seguir avanzando para concienciar de las graves consecuencias que tiene la desinversión en energías limpias. El coste de las políticas medioambientales está en el argumento de aquellos que, lejos de invertir en la conservación del planeta, prefieren destinar sus presupuestos a otros sectores menos respetuosos con el medioambiente, como el de los hidrocarburos, sin innovar en energías limpias para lograr un mundo sostenible.

Los gobernantes y las organizaciones tienen que profundizar en las ventajas de invertir en tecnologías y procesos que preserven los ecosistemas naturales.

La rentabilidad de las energías limpias

No obstante, otros expertos señalan que la contribución a la industria de las energías limpias no solo mejora la protección de nuestro medioambiente, sino que también ayuda a generar empleo en mayor porcentaje que la contribución a otras industrias menos respetuosas con el planeta. Es precisamente en este aspecto en el que habría que hacer mayor hincapié y en el que tanto los gobernantes como las organizaciones tienen que poner sus miras, profundizando en las ventajas de invertir en tecnologías y procesos que preserven los ecosistemas naturales.

Todo esto pone de manifiesto que la cuestión medioambiental no es algo que atañe a unos pocos. Implica a todos y no solo en el ámbito económico: es una cuestión de futuro, el futuro del planeta.

 

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