Retos de las ‘smart cities’

¿Qué peligros encierra el concepto de ‘smart cities’? ¿Qué lugar ocupan los ‘smartphones’ en ellas? Antoine Picon, catedrático de Harvard y presidente de la Fundación Le Corbusier, responde a nuestras preguntas tras su conferencia en la IE School of Architecture and Design.

Retos de las smart cities

Antoine Picon, catedrático de Historia de la Arquitectura y la Tecnología de la Graduate School of Design de la Universidad de Harvard y presidente de la Fundación Le Corbusier, no se siente cómodo con las respuestas simples. No, sobre todo, cuando se trata de algo que tiene tantas aristas como las smart cities, unas urbes en las que pugnan por el control de la gestión de los servicios esenciales dos grandes inteligencias: la de los robots que analizan nuestro comportamiento y se alimentan de datos masivos y la que producen colectivamente miles de vecinos con sus ordenadores y teléfonos móviles.

 

En su conferencia en la IE School of Architecture and Design sugirió los peligros que encerraba el concepto de ciudades inteligentes o smart cities. ¿A qué se refería?

El principal peligro es asumir que la ciudad es un sistema capaz de resolverlo todo y no una entidad política que se enfrenta constantemente a circunstancias imprevistas, entre las que se encuentran los fallos de ciberseguridad. No debemos caer en la tentación tecnocrática. El segundo peligro es que creamos que existe un solo modelo posible de ciudades inteligentes en vez de pensar que tienen que adaptarse al contexto de cada sitio y que, por eso, habrá tantos modelos como lugares donde se implanten. El tercer peligro es que la inteligencia artificial y la inteligencia colectiva de la gente terminen excluyéndose entre sí en vez de aportar lo que mejor sabe hacer cada una. Ninguna de las dos nos ofrece por separado todas las soluciones a los problemas que presentan las nuevas ciudades.

 

¿Qué lugar ocupan los smartphones en las ciudades inteligentes?

Los smartphones son uno de los instrumentos principales, porque hacen que el ciudadano sea capaz de navegar, de comunicarse y de conectar con el mundo digital y físico. También son una fuente fundamental de datos para la geolocalización de los individuos y la creación de mapas. Dicho esto, opino que deberíamos aprender a caminar sin mirar todo el tiempo a la pantalla del teléfono. Estamos un poco intoxicados.

 

Ya que menciona la intoxicación…, ¿cree que unas ciudades que, como usted ha escrito, ofrecen distracciones y entretenimiento continuos que impactan directamente sobre nuestros sentidos gracias a las nuevas tecnologías nos dejarán algún espacio para la reflexión?

Comparto totalmente ese punto de vista. La arquitectura ha estado obsesionada durante los últimos años con abrirse a los flujos de datos e información y creo que debería empezar a plantearse también fórmulas para protegernos de ellos. Deberíamos tener la posibilidad de desconectar, de salirnos del flujo.

La ciudad se enfrenta constantemente a circunstancias imprevistas.

Sin embargo, no parece que vaya a ser fácil. Usted sostiene que las ciudades del pasado eran sobre todo lugares y que las del futuro van a ser auténticos escenarios donde siempre tiene que pasar algo. Aunque el propósito sea hacernos más felices, parece un mundo algo agobiante.

Efectivamente, las ciudades del futuro van a ser grandes escenarios donde siempre pasará algo que impactará nuestros sentidos, pero no todo lo que ocurra será igualmente relevante y, por tanto, debemos desarrollar, quizá con la ayuda de la inteligencia artificial, algún filtro que nos permita distinguir rápidamente lo significativo de lo que no lo es. Necesitaremos encontrar, una vez más, un equilibrio entre abrirnos a la ciudad y protegernos de ella.

 

Cuando pensamos en las ciudades del futuro, nos vienen a la cabeza Nueva York, Ámsterdam o Londres. Usted cree que esto es una simplificación excesiva. ¿Por qué?

Porque pueden encontrarse ciudades inteligentes también en estados emergentes como, por ejemplo, India, Brasil –yo mismo he visitado el centro de control de Río de Janeiro– e incluso en muchos países de África. El motivo es que allí usan intensivamente los smartphones y que estos, como hemos dicho, son uno de los instrumentos principales de las ciudades inteligentes.

 

Usted identificó en la conferencia de la IE School of Architecture and Design tres grandes desafíos que tienen que abordar y resolver las ciudades inteligentes: la sostenibilidad, las consecuencias para los profesionales de baja cualificación y la sensación de un presente que nunca termina.

La economía digital consume mucha energía y genera una considerable cantidad de residuos. Si los recursos que consume son limitados, las opciones que podemos escoger dentro de la economía digital también deben serlo. El segundo desafío implica que hay que pensar, por ejemplo, en consecuencias de la economía del conocimiento como la desigualdad que sufren los profesionales de baja cualificación frente a los cualificados en lugares como San Francisco. Las ciudades inteligentes no pueden ser ciudades solo para personas inteligentes que vengan de las mejores universidades. En cuanto al tercero, vivimos con una sensación de eterno presente y en la que sabemos cómo envejecen los átomos, pero no cómo envejecen las tecnologías digitales. Necesitamos desarrollar un sentido histórico de todo esto.

 

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