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Crónicas desde la Antártida (III): Una barbacoa patagónica para prepararnos para el temible Paso de Drake
El profesor Pablo Tejedo participa este año en su segunda campaña de investigación antártica. A través de este blog irá compartiendo distintas reflexiones sobre su experiencia.
Una barbacoa patagónica para prepararnos para el temible Paso de Drake
Tras unos días de desconexión obligada he podido retomar estas crónicas. Y digo obligada porque han sido dos días y medio sobreviviendo en el camarote a base de agua, un poco de fruta y pastillas para el mareo. Pero no adelantemos acontecimientos.
El jueves 20 disfrutamos de la travesía entre Punta Arenas y Ushuaia. Tal y como nos habían comentado, los paisajes a lo largo del trayecto son espectaculares: glaciares colgados, bosques de lengas, cascadas encadenadas... Una maravilla. La dotación del BIO Las Palmas preparó una barbacoa para celebrar el comienzo de la tercera fase de la campaña antártica, así que poco más se podía pedir. A las 20:00 horas dejamos atrás Ushuaia y nos dirigimos al Mar de Hoces, más conocido en la actualidad como Paso de Drake. Este estrecho une el Cabo de Hornos con la Antártida, concretamente con las Islas Shetland del Sur. Se trata de una zona en la que la corriente circumpolar muestra todo su poder, por lo que es una de las navegaciones más complicadas del planeta. Un refrán marinero dice que “debajo de los 40 grados, no hay ley. Debajo de los 50 grados, no hay Dios”. Y el Drake está entre los 56 y los 60 grados, así que poco más hay que decir para hacerse una idea de lo terrible que puede llegar a ser. Este paso fue descubierto por el marino español Francisco de Hoces en 1525, cuando su barco fue arrastrado por un fuerte temporal que le obligó a llegar al Océano Pacífico bordeando el Cabo de Hornos. Como en tantas ocasiones, la historia no ha sido fiel a los acontecimientos y Sir Francis Drake se llevó la gloria de ponerle su nombre al paso, aunque ni siquiera fue el primer marino en cruzarlo (fue Willem Schouten a bordo del Eendracht).
El caso es que a bordo del Las Palmas esta travesía es siempre muy complicada. Hay que pensar que se trata de un remolcador transformado, por lo que se ha sacrificado la velocidad por la potencia. Eso hace que en lugar de 24 horas o un día y medio para completarlo, este buque necesite dos días y medio. Si para un marinero experimentado el Drake puede suponer un mal trago, imaginaos cómo lo vivimos los científicos que vamos a bordo. Cada cual echa mano de lo que piensa que le va a venir mejor: biodramina, parches antimareo, gotas, remedios caseros, etc. Merece la pena probarlo todo, aunque al final es una cuestión de suerte.
Este año no puedo quejarme: he conseguido levantarme a grabar un par de videos, comer algo de fruta y ver a los petreles y albatros curioseando sobre nosotros. He aguantado sin devolver, aunque es cierto que han sido sesenta horas prácticamente sin hacer otra cosa que estar tumbado en el camarote.
Este mediodía por fin hemos arribado a Isla Decepción. Nos hemos instalado y hemos comenzado a montar los equipos para el procesado de las muestras. Mañana toca comenzar con el trabajo de campo.
Os mantendré informados.
Pablo Tejedo, profesor de IE University