- Home
- Noticias Y Eventos
- Noticias
- Entrevista A Ángela Ruiz, Profesora De Ie School Of Architecture
Entrevista a Ángela Ruiz, profesora de IE School of Architecture
¿En qué consiste tu proyecto en el sur de Marruecos?
Es un proyecto de investigación y cooperación. Es un proyecto de desarrollo sostenible del oasis de M’hamid, el último oasis del valle del Draa, en el Sahara. Son 7 kasbahs que tuvieron su esplendor en la época de las rutas caravaraneras y ahora están en decadencia. El proyecto trata de analizar las condiciones socioeconómicas, agrícolas y arquitectónicas del poblado, por un lado, e investigar sobre el desarrollo sostenible de la Arquitectura del Desierto, la biotecnología aplicada a la construcción, los biocultivos en zonas áridas y el desarrollo mediante un turismo de cooperación orientado a la preservación de la identidad cultural y a la mejora de las condiciones de vida de la población local.
¿Qué puede aprender un arquitecto en un país en desarrollo?
Lo primero y más importante aprende a ver que la arquitectura es algo ligado profundamente a la sociedad, a las personas. Aprende que la arquitectura es una necesidad de habitar. Y sobre todo en un entorno de clima extremo como el del Sahara, el arquitecto aprende a que la arquitectura ha de ser simple e inteligente, y adaptarse al medio, como un animal se adapta al ecosistema donde vive. En este entorno la arquitectura se convierte en un reto. Dar una respuesta compleja y eficaz ante unas condiciones extremas. Estoy segura que la investigación tiene mucho que ver en el desarrollo de zonas olvidadas y asumidas a la básica construcción en tierra.
¿Qué impacto tiene la arquitectura en el desarrollo local y comunitario?
En este caso concreto, el papel de la arquitectura es importantísimo. Por un lado, a nivel de infraestructuras, y entendiendo la arquitectura como desarrollo urbano, refiriéndome al desarrollo urbanístico, de redes de aprovisionamiento de agua, electricidad, saneamiento, … algo básico pero que su inexistencia frena el desarrollo, puesto que tienen que emplear la mayoría del tiempo en conseguir estos bienes básicos. Por otro lado, el desarrollo de la comunicación, redes, carreteras, y finamente porque la arquitectura ha de ser el lugar donde se albergan las reuniones en sociedad.
Un claro ejemplo de la influencia de la arquitectura en el desarrollo comunitario es la mezquita. Existe una antigua mezquita, construida en tierra y pilares enormes que está abandonada. Han construido una mezquita a las afueras del pueblo, pero en bloque de hormigón. El resultado es que el calor en el interior de la nueva es insoportable, y finalmente acaban reuniéndose en la sede de la asociación al desarrollo que los mismos habitantes del pueblo han creado, y no existe otro lugar de reunión, salvo en la calle, al atardecer.
La vida comunitaria es básica para el desarrollo de una sociedad y la arquitectura ha de tener las condiciones de habitabilidad apropiadas para ello.
¿Qué futuro vaticinas en la arquitectura marroquí?
La arquitectura marroquí, en general, nada tiene que ver con el proyecto del que hablamos. Desgraciadamente en el resto de Marruecos se está llegando a una construcción masiva, de baja calidad y de rápido crecimiento, básicamente de vivienda social, construida de forma barata, con bloque de hormigón, sin aislamiento, con mucha mano de obra y poca cualificación técnica, por lo que el resultado es de muy baja calidad, aunque están empezando a llegar inversionistas y empresas de construcción extranjeras que compensan con construcción de alto nivel. Hay de todo y es un pastiche, porque la normativa brilla por su ausencia y prima la ley del soborno.
Si me preguntas por la arquitectura marroquí de los oasis o del desierto del Sahara, tiene un futuro desolador, destinado al abandono y al derrumbe, o a la desaparición bajo las dunas, si no se hace algo para remediarlo.
¿Qué lecciones puede aprender un estudiante de arquitectura durante esta experiencia?
Una lección para la vida. En medio de un mundo tan digitalizado, sofisticado y tecnológico, esta experiencia aporta una vuelta a lo humano, real y tangible. Fue bonito ver cómo un alumno de primero de arquitectura tomaba medidas de la antigua mezquita con un niño del poblado, explicando por gestos cómo sujetar la cuerda y regalándole al final de la jornada el metro de medir. Los niños jugaban con peonzas hechas con un tapon de botella y la tapa de un boli bic, y el alumno empezó a fabricar sus propios artilugios con los medios existentes, experimentando una nueva creatividad, que parte de la necesidad y no sólo del simple juego artístico de hacer algo nuevo. Y tras esta experiencia de humanidad, de contacto con las condiciones extremas, el alumno sale con unas ansias tremendas de conocer, de investigar, de inventar el futuro del oasis. Y yo, con las mismas ansias, para investigar y trabajar para poder dar una respuesta de futuro y de desarrollo sostenible a este paraíso desértico.