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Los Social Impact Projects tienen impacto, por Jessica Iachia
Jessica Iachia, Prácticas 2010
Jessica Lachia, una alumna de segundo curso del Doble Grado en Administración de Empresas y Derecho nos cuenta su experiencia de trabajo en un Social Impact Project. “Cuando buscaba una empresa que se adecuara a mis intereses me enteré de la existencia de San Patrignano, una comunidad fundada en Italia en 1978 que se ha convertido en el centro de rehabilitación de drogadictos más grande de Europa. El 72% de las personas que se someten al programa consigue reinsertarse plenamente en la sociedad y mantenerse alejado de las drogas, mientras que el 71% acaba trabajando en el campo en el que recibió formación en el propio centro. A todas las personas que integran la comunidad se les enseña un oficio real, algo en lo que pueden trabajar en el futuro. Cada día que transcurre en la comunidad es una lucha para estas personas. Estar allí y ser testigos de esta lucha nos hace reflexionar sobre nuestras propias vidas. “Pasé dos meses viviendo y trabajando en la comunidad.”
El programa del BBA (Grado en Administración de Empresas) exige que los alumnos participemos en el Proyecto IE de Impacto Social mediante la realización de prácticas orientadas hacia la responsabilidad social. Cuando buscaba una empresa que se adecuara a mis intereses me enteré de la existencia de San Patrignano, una comunidad fundada en 1978 que ofrece atención gratuita a personas con graves problemas de drogadicción y que se ha convertido en el centro de rehabilitación de drogadictos más grande de Europa. Desde sus comienzos, esta fundación ha proporcionado cobijo, atención médica y asistencia legal a más de 20.000 personas. Las cifras son impresionantes puesto que el 72% de las personas que se someten al programa de San Patrignano se encuentran plenamente reinsertadas en la sociedad y permanecen alejadas de las drogas, mientras que el 71% acaba trabajando en el campo en el que recibió formación en el propio centro. Esta fundación sin ánimo de lucro ha conseguido convertirse en una empresa autosuficiente y generar un porcentaje medio de ingresos del 50% gracias a la utilización interna de productos y servicios propios y a su venta externa. Por todo ello pensé que hacer prácticas en San Patrignano sería para mí una magnífica oportunidad desde los puntos de vista social y profesional.
Pasé dos meses viviendo y trabajando en la comunidad. El primer paso consistió en familiarizarme con los antecedentes, la historia y las actividades de la fundación. Para ello, pasé gran parte de mi primer mes entre las oficinas de comunicación, de administración y de eventos. Lo que más me impresionó cuando llegué fue la estructura de la fundación, lo bien organizada que estaba y lo mucho que había crecido en poco más de 30 años. Actualmente San Patrignano cuenta con tres sedes: una en Trentino Alto Adige, otra en Botticella, que también tuve la oportunidad de visitar, y la principal, cerca de Rímini, que acoge a 1.500 personas. Yo estuve como invitada en el centro de San Patrignano, donde me enseñaron el reglamento, los talleres de formación profesional y las estructuras de trabajo.
Para empezar me hicieron una introducción sobre los antecedentes de la comunidad en la que se me mostraron la causa por la que esta fundación lucha en realidad. San Patrignano es la fundadora de la asociación internacional Rainbow contra la droga, una organización sin ánimo de lucro integrada actualmente por 200 asociaciones y centros de rehabilitación de todo el mundo que luchan por la cultura de la vida y en contra de cualquier forma de legalización de las drogas. Gracias a ello la comunidad goza de una gran influencia en otros países y conoce en profundidad esta problemática. Aprendí que Italia, junto al Reino Unido y España, es uno de los países europeos con mayor índice de consumo de cannabis, cocaína y sustancias sintéticas y que, en los últimos doce meses, el 3,2% de los jóvenes de edades comprendidas entre los 15 y 34 años ha consumido cocaína. En Italia los porros son considerados como algo refinado y son pocos los adolescentes que no los han probado.
Al ser una ONG, San Patrignano posee estatus consultivo ante el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas y el hecho de que la última Asamblea General sobre el problema mundial de la droga se celebrara cuando yo estaba realizando las prácticas me brindó la oportunidad de profundizar mis conocimientos sobre el fenómeno de las drogas mediante la lectura y el debate en común de las conclusiones de dicha Asamblea. En San Patrignano no se considera la adicción como una enfermedad crónica e incurable que ha de tratarse con fármacos sino que cada persona que acude al centro a solicitar ayuda es considerada como un caso único y a todos se le da la oportunidad de retomar sus estudios o recibir formación profesional.
Fue en el año 1978 cuando Vincenzo Muccioli, ayudado por unos 20 voluntarios, creó la comunidad de San Patrignano. En sus comienzos eran una familia que decidió abrir sus puertas a los problemas de los demás. Con el aumento del número de familias desesperadas en busca de ayuda la comunidad empezó a crecer. A pesar de ello, San Patrignano está más unida que nunca y funciona como una gran familia. Estoy agradecida por las experiencias que compartieron conmigo durante mi estancia en el centro; esas experiencias me enseñaron lo mucho que han madurado estas personas, haciéndose más reales y fuertes a causa de las dificultades por las que han tenido que pasar. Cada día que transcurre en la comunidad es una lucha para estas personas. Estar allí y ser testigos de esta lucha nos hace reflexionar sobre nuestras propias vidas. La mayoría de los países creen que la adicción es una enfermedad y su intervención se limita a administrar terapias sustitutorias. Sin embargo, San Patrignano actúa contra todo pronóstico, demostrando cada día que lo único que estas personas necesitan es que les den una verdadera oportunidad en la vida después de las cosas por las que han tenido que pasar...tan solo necesitan a alguien que crea en ellas. Esta es la razón por la que en San Patrignano se distribuye a la gente de la comunidad en diferentes grupos de formación profesional en los que trabajan juntos para crear productos concretos como son textiles y objetos de cuero hechos a mano, artículos de forja, vino o alimentos delicatesen. Todos estos productos gozan de un gran reconocimiento y han recibido premios tanto dentro como fuera de Italia.
A todas las personas que integran la comunidad se les enseña un oficio real, algo en lo que pueden trabajar en el futuro. Algunos salen de la comunidad convertidos en excelentes cocineros, peluqueros o productores de queso. La comunidad cuenta además con instalaciones para la cría y doma de caballos, una residencia canina para perros de acogida que son utilizados para terapias a través de animales domésticos, así como un taller informático y una imprenta. En otras palabras, en San Patrignano puedes aprender el oficio que desees a la vez que continúas tus estudios, puesto que disponen de un colegio interno. Cuentan asimismo con un centro médico con el mayor laboratorio de investigación del VIH de Europa.
Uno de los conceptos más interesantes que aprendí durante mi estancia es la forma en que se mantiene la comunidad. No aceptan dinero de sus acogidos, ni de sus familias o del gobierno: sus ingresos proceden de los beneficios obtenidos con productos y servicios propios y de donaciones privadas y empresas que creen en el valor social del centro. A veces la ayuda de empresas va más allá de la simple aportación de dinero como es el caso de TODS, que regaló a la comunidad 15 máquinas de coser industriales, poniendo un técnico a la disposición del centro durante un año para que les enseñara técnicas de tratamiento de artículos de marroquinería. Todos los productos se venden en su propia tienda y en eventos que son un gran éxito. Han creado además dos restaurantes en el que pueden trabajar las personas que siguen el programa. Para la celebración de eventos importantes organizados por la comunidad, como la XV conmemoración de la muerte de Vincenzo Muccioli, en la que estuve presente, cuentan con el apoyo de patrocinadores. Me contaron que estos patrocinadores son sus mejores aliados a la hora de realizar proyectos internacionales o actividades puntuales como por ejemplo las cosechas patrocinadas por McDonald’s. San Patrignano lidera la gigantesca campaña italiana denominada WeFree, cuya finalidad es sensibilizar a la juventud sobre el problema de la adicción. El punto álgido de esta campaña es el WeFree Day organizado por la comunidad al que se invita a colegios de toda Italia. Como este evento coincidía con el comienzo de las clases, pude participar en la organización del mismo y comprender mejor toda la logística que hay detrás del recibimiento de tantas personas y de la organización de una campaña de sensibilización. Cada año San Patrignano organiza también una nueva edición de "Squisito!”, un evento gastronómico y enológico en el que se puede degustar lo mejor de las artes culinarias de Italia y de otros países. Este es un evento que celebra la excelencia; la excelencia alcanzada por aquellos que se preparan para enfrentarse de nuevo al mundo con dignidad.
Para concluir me enseñaron el último de los proyectos que están implantando: el denominado Good Goods (Bienes Buenos). Creado en 2007, el objetivo de dicho proyecto es concienciar a la gente sobre los cultivos alternativos y mostrar al mundo a las personas que creen en dichos cultivos como una poderosa herramienta para combatir la droga. De hecho muchos países cultivan hectáreas de opio y cocaína porque se trata de un negocio que reporta grandes beneficios. A pesar de ello, en los últimos años muchos países han logrado importantes resultados sustituyendo el cultivo de plantas para la producción de droga por "Good Goods". Fomentando la transición no sólo hacia alimentos que sean sostenibles sino también hacia cualquier producto de explotaciones agrícolas, forestales o de granjas – como tejidos, muebles, madera utilizable, o artesanía – es la forma en que San Patrignano afirma que puede reducirse la producción de droga y a la vez liberar a las poblaciones de la esclavitud del tráfico de droga. Este proyecto fue el que más me atrajo porque pienso que en él reside una gran visión, y si funciona, podría servir como incentivo para que muchos transformen sus cultivos. Por otra parte, fui testigo de todas las dificultades por las que tuvieron que pasar para desarrollar este proyecto, y ver las pequeñas desviaciones y los pasos que han tomado desde 2007 para defender esta causa fue una valiosa experiencia para mí.
Durante el tiempo que pasé trabajando en la oficina de comunicación tuve la oportunidad de estudiar su trabajo en este campo y de reunirme con miembros de su plantilla, que analizaron conmigo las características, la dinámica relacional y las modalidades de funcionamiento de su comunidad. Esto me hizo darme cuenta de lo útil que es mi facilidad para los idiomas porque, durante el tiempo que pasé allí, tuve que traducir varios documentos o páginas web que ellos tenían cierta dificultad en entender.
También tuve la oportunidad de conocer la forma en que la comunidad selecciona sus acogidos, cómo pide ayuda la gente y cómo integran a estas personas en la comunidad y hacen un seguimiento de su evolución a lo largo del programa. Discutieron conmigo algunas cuestiones legales que apoya la organización, en concreto aquellas concernientes a la transferencia desde la cárcel a la comunidad de personas con condena por delitos relacionados con la droga. De hecho, el fundador de la comunidad es el que luchó por la ley italiana que establece que una persona con condena de hasta 6 años de cárcel por un delito relacionado con la droga puede solicitar autorización para cumplir tres años de condena en la comunidad sometiéndose al programa de rehabilitación. Ello no sólo ha supuesto un ahorro de más de 150 millones de dólares para el gobierno sino que además ha salvado las vidas de cientos de personas que han sido reinsertadas en la sociedad.
Por último, pasé la segunda parte de mis prácticas en el Campamento de Verano del centro trabajando con un grupo de educadores y con personal especializado en la organización de actividades para grupos de niños y adolescentes (de 6 a 14 años) de ambos sexos procedentes de la propia comunidad y del barrio. Esta segunda parte de mis prácticas me aportó más desde el punto de vista social ya que aprendí a tratar a niños problemáticos, muchos de los cuales esconden un pasado oscuro sobreviviendo en la calle rodeados de droga o acogidos en instituciones.
Si tienes alguna vez la oportunidad de visitar la comunidad lo primero que te sorprenderá será su infraestructura y la gente. La mayoría tienen entre 16 y 30 años de edad y han perdido al menos 7 años de su vida por culpa de la droga. Pero, por su madurez y amabilidad, parecen haber vivido mucho más que todos nosotros. Estoy convencida de que recordaré siempre esta experiencia y lo que el hijo del fundador me dijo el día que me fui de la comunidad: "Espero que siempre que consideres San Patrignano como tu segunda casa".
Jessica Iachia