La gestión del estrés en el liderazgo

Existen patologías que se caracterizan por la falta total de estrés. Son casos aislados y peligrosos para la supervivencia y el bienestar, no solo a nivel personal, sino incluso de una organización. Lo normal es sentir cúmulos de estrés con frecuencia. Aunque pocos saben qué hay detrás de esta descarga de adrenalina, es crucial conocerse a uno mismo y escuchar las señales que envía el cuerpo para superar los obstáculos de la vida cotidiana y del trabajo. Tienes margen para actuar.

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Puedes estar en el paraíso y no disfrutarlo por estar destrozado por dentro. Puedes contar con el mejor equipo y no apreciarlo. ¿Qué te impide alargar los momentos felices de tu vida y dejar de estar mal? El 90 % de las veces, la causa eres tú. Normalmente, las cosas salen mal porque tenías predisposición a ello con toda la información negativa que tenías acumulada. Perdiste la motivación. Comes para calmarte, no por hambre, y buscas alimentos crujientes, que hagan ruido al ser mordidos, como sustitutos de aquello que quieres cargarte. Otras veces quieres helado y bollos, comida blanda, por el afecto que no consigues de alguien, o una chocolatina con almendras que crujen si careces de todo. Es fruto del estrés. Para avanzar, es necesario escuchar tu cuerpo y entender por qué sucede esto.

El estrés es una energía maravillosa que ayuda a sortear los obstáculos y aumentar la inteligencia con cada victoria. En ocasiones nos estresamos por cosas que no nos suceden a nosotros. El sistema nervioso pone el cuerpo a la defensiva por la neurona espejo que se encarga de darnos empatía y hacer que sintamos frustración cuando alguien la siente, un síntoma sobre el que es fundamental actuar para ejercer una buena función de liderazgo. Solo hace falta medio minuto para que una experiencia negativa se marque en nuestra vida para siempre. La podremos olvidar, pero, cuando volvamos a estar en una situación similar, nuestro cuerpo empezará a producir cortisol y adrenalina, las hormonas de la prevención, para decirnos que salgamos corriendo.

El estrés es una energía maravillosa que ayuda a sortear los obstáculos y aumentar la inteligencia con cada victoria.

Primeras heridas y estrés tóxico

No obstante, todo no empieza cuando se tiene un puesto de responsabilidad. Los primeros impactos, las primeras heridas, ocurren en la infancia porque es cuando se es más vulnerable. Son cinco. Conocerlas y saber cuáles están aún activas es crucial para evitar sufrir por lo mismo, empezando por el rechazo. Si en tu actividad prestas demasiada atención a los demás y te estresas cada vez que alguien hace un comentario negativo de algo que has hecho, aún tienes abierta esta herida. Sin embargo, si te aferras a relaciones tóxicas por miedo a la soledad o abandonas a las personas continuamente por temor a que ellas lo hagan, tu herida es la del abandono. Los niños pasan por ello cuando empiezan la guardería y ven a sus padres marchar mientras ellos se quedan con extraños. La tercera herida se identifica con el miedo a hablar en público: la de la humillación. Las últimas dos son la injusticia y la traición. Quienes aún las tienen abiertas son muy controladores en ciertos aspectos para evitar traiciones.

Pasar por alto estas heridas lleva al estrés tóxico. El cerebro no quiere perderse nada por miedo a que nos puedan marginar y, como somos seres sociables que buscan la integración, a veces perdemos el sentido de las prioridades entre tanta información. Ahí empiezan los trastornos del sueño, los alimenticios… ¿Por qué tienes que esperar a que el cuerpo ceda para frenar? En verdad hay pocas razones para estresarse, como la afectiva y la salud. Algunos buscan chutes de la adictiva adrenalina. ¿Haces deporte por salud o para cansarte y anestesiarte? Las redes sociales son otro calmante. Hablar demasiado por ellas puede implicar una profunda soledad hacia uno mismo y una pérdida de identidad.

¿Por qué tienes que esperar a que el cuerpo ceda para frenar?

Algunas herramientas

Cada persona responde a un estilo propio que se suele hacer más evidente cuando el cuerpo está bajo presión, si bien existen herramientas que ayudan a afrontar las diversas situaciones. Los hay reactivos, complacientes, huidizos y adaptativos, aunque bien es cierto que cada uno de estos estilos tiene derivaciones que tienen que ver con la introversión o la extroversión, la curiosidad o el miedo a lo desconocido. Según la experta Sonja Lyubomirsky, el bienestar depende en un 50 % de esta carga genética y determina en qué equipo de trabajo vas a encajar mejor y con quién te vas a llevar bien.

Es importante aceptar el estilo propio y aprender a gestionar nuestras propias capacidades, ya que en una empresa todos los temperamentos son necesarios y totalmente complementarios. No hay peligro si se sabe cómo evitar el estrés tóxico. Como todo empieza en uno, tomar distancia es el primer paso y un ejercicio que puede contribuir enormemente a ello es la respiración. Hay que saber respirar bien para oxigenar el cuerpo y poder pensar con claridad. Algunas aplicaciones ayudan a entrenar la respiración y a abandonar el estrés, pero simplemente ejercitarse diariamente durante unos minutos ofrecerá unos excelentes resultados. En este ejercicio, lo ideal será conseguir descender hasta unas diez respiraciones por minuto. No se podrá controlar el cerebro, pero sí el corazón mediante las pulsaciones. De hecho, durante este ejercicio, los pensamientos siguen bombardeando el cerebro, pero es importante desecharlos hasta conseguir una concentración completa en el acto de respirar.

La meditación y otros ejercicios de relación mental y física contribuyen también a gestionar el estrés. Lo interesante es acercarse a ellos desde un mejor conocimiento de uno mismo.

 

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