Crecemos, pero menos, en un mundo todavía diverso

La evolución del modelo global de población constituye cada vez más un foco de atención de la economía, ya que los cambios de tendencias y el comportamiento demográfico tanto de los países desarrollados como de los que están en plena evolución constituyen una variable decisiva. La convergencia de estos dos modelos aún llevará mucho tiempo, aunque se van reduciendo las diferencias entre ambas sociedades, con un impacto claro en la economía.

Crecemos pero menos

La población se ha convertido en una variable decisiva para la economía y la sociedad del futuro, tanto en las sociedades desarrolladas y demográficamente avanzadas como en las menos desarrolladas que están todavía en transición. En todas ellas se han producido cambios importantes que hacen que el modelo global en nuestro tiempo sea bastante diferente al que existía a mediados del siglo pasado. La población ya no es lo que era, ni será lo que es hoy a medio y largo plazo.

Merece la pena repasar las siete macrotendencias que están marcando, a escala global, la evolución en este mundo aún diverso. No obstante, también conviene revisar las características de los dos grandes modelos demográficos que hoy aglutinan a la mayoría de los territorios y que también distinguiremos.

Asistimos a una intensificación y a una cierta globalización de las migraciones, aunque, en términos relativos, la tasa actual está lejos de la alcanzada en la primera gran oleada migratoria del siglo XIX y comienzos del XX.

Macrotendencias

Son procesos que se observan con más o menos intensidad en todas partes y que indican una cierta globalización de los comportamientos, con siete principales que están marcando el paso de la evolución de la población a nivel general:

  1. Se está produciendo una clara desaceleración del crecimiento. La tasa global, que era del 2,1 % al año en 1950, es ahora del 1,2%. Esa disminución no evita que el aumento en términos absolutos sea todavía fuerte. En 2018 había 7.621 millones de personas y en 2050 habrá unos 9.800 millones. Más allá pueden pasar tantas cosas que los cálculos no dejan de ser más que una simple elucubración.
  2. La mortalidad general sigue bajando, aunque ya no están en esta situación todos los países debido al proceso de envejecimiento.
  3. Hay un retroceso de la fecundidad en todas partes que ha llevado al índice mundial de cinco hijos por mujer en 1950 a 2,4 en 2018.
  4. Se producen también un retroceso de la mortalidad infantil (la de los niños menores de un año) y un incremento de la esperanza de vida al nacer, que, además de buenos indicadores demográficos, lo son también del grado de desarrollo social de las poblaciones.
  5. Asistimos a una intensificación y a una cierta globalización de las migraciones, aunque, en términos relativos, la tasa actual (3,2 % de migrantes de la población total) está lejos de la alcanzada en la primera gran oleada migratoria del siglo XIX y comienzos del XX (8 %).
  6. La población envejece en todo el mundo, aunque las diferencias en la estructura por edades son todavía significativas.
  7. Sigue aumentando la urbanización (ya se ha superado la tasa del 50 %), ahora especialmente en los países en vías de desarrollo.

Estos rasgos generales no impiden diferenciar dos grandes modelos: los países demográficamente avanzados que han llegado al final de su transición y a una situación poblacional relativamente estable; y las naciones menos desarrolladas que se encuentran en distintas etapas de esta evolución y acabarán teniendo un nivel semejante en menos tiempo del que necesitaron los países adelantados.

Salvo Japón, son países de inmigración. Aunque esta se ha convertido en el factor fundamental de crecimiento y en el motor básico de su desarrollo económico, eso no ha evitado la aparición de políticas antiinmigratorias, alentadas sobre todo por los partidos ultraconservadores.

Naciones desarrolladas

Son territorios que iniciaron antes su transición demográfica y que han pasado por todas sus fases. Crecen poco debido sobre todo a la inmigración y están intensamente envejecidos:

  • Cuando crecen, lo hacen a un ritmo moderado. Algunos están estabilizados y otros tienen crecimiento negativo. La Unión Europea ofrece los mejores ejemplos. En conjunto, los Veintiocho aumentan sus efectivos, pero en la actualidad diez de ellos están perdiendo población.
  • Todos tienen muy bajas tasas de mortalidad infantil, con niveles inferiores a diez por mil o incluso a cinco fallecidos por cada mil nacidos vivos, casi un límite biológico.
  • Las esperanzas de vida al nacer rebasan los 80 años, sobre todo entre las mujeres, y crecen especialmente los octogenarios.
  • Prácticamente ningún país supera los 2,1 hijos por mujer y muchos están por debajo del umbral crítico de 1,5 hijos por mujer.
  • Salvo Japón, son países de inmigración. Aunque esta se ha convertido en el factor fundamental de crecimiento y en el motor básico de su desarrollo económico, eso no ha evitado la aparición de políticas antiinmigratorias, alentadas sobre todo por los partidos ultraconservadores.
  • Todos los países están bastante o muy envejecidos y en todos ellos se ha producido una inversión de la tendencia demográfica tradicional: la población vieja (65 años y más) supera ya a los jóvenes (menores de 15 años).

Aunque muchas de las macrociudades del mundo se encuentran en los países en desarrollo, las tasas de urbanización son moderadas, con valores medios en torno al 50 %.

Países en desarrollo

Diversos en sus comportamientos y en sus estructuras, todos estos países presentan algunos rasgos que los oponen al mundo desarrollado:

  • Tienen un crecimiento positivo intermedio o fuerte (África Subsahariana).
  • Las tasas de mortalidad infantil se reducen, pero tienen valores más altos que las de los países desarrollados. Las esperanzas de vida, al contrario, son más bajas, pero la mortalidad general se ha reducido de manera significativa en todos los territorios.
  • La fecundidad está cayendo en todas partes. Algunas naciones están por debajo del nivel de reemplazo de las generaciones (2,1 hijos por mujer), pero en general los índices rebasan esta cifra y se sitúan entre 2,5 y 6 hijos por mujer.
  • En conjunto, tienen un balance migratorio negativo. El 35 % de las migraciones actuales tienen una dirección sur-norte, pero los países en desarrollo (sur-sur) protagonizan casi el 38 % de todos los movimientos.
  • Sus estructuras demográficas son predominantemente jóvenes. La media ronda el 30 %, pero hay territorios con valores de entre el 40 % y el 50 % de menores de 15 años. Este “dividendo demográfico” podría ser un potente motor de desarrollo en unas condiciones de educación y creación de empleo adecuadas.
  • Aunque muchas de las macrociudades del mundo se encuentran en los países en desarrollo, las tasas de urbanización son moderadas, con valores medios en torno al 50 %.

Por tanto, estamos ante dos mundos demográficos aún diferentes en los que, sin embargo, se van a ir reduciendo las diferencias. La convergencia en torno a valores semejantes es el final de un proceso en marcha que todavía tiene un largo camino por recorrer.

 

© IE Insights.

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