Trump redibuja el mapa del comercio mundial

La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, con una estrategia comercial proteccionista y una política fiscal expansiva, abre la puerta a un nuevo mapa del comercio global. Las promesas de gasto público auguran tensiones inflacionistas y subidas de tipos que tendrán su reflejo en todo el mundo.

Trump redibuja el mapa del comercio mundial

Tras un período de cierta estabilidad, el escenario económico mundial espera una leve recuperación no exenta de incertidumbres, entre las que destacan las posibles consecuencias políticas, geoestratégicas, sociales, diplomáticas y medioambientales del gobierno de Donald Trump. El nuevo presidente estadounidense toma las riendas de un país con un mercado laboral cercano al pleno empleo y una inflación por encima del 2 %, lo que se traducirá en subidas de los tipos de interés. El programa económico se centra en un importante impulso fiscal, catalizado por dos vías: el incremento del gasto público, con un desembolso de un billón de dólares en infraestructuras y un aumento del gasto en defensa, y el recorte de impuestos a las empresas y a los segmentos de población con rentas altas y medias. La economía estadounidense lleva siete años de ciclo expansivo, dato que supera la media de los períodos previos, y, aunque es pronto para determinar el impacto de la política fiscal expansiva ideada por Trump, la previsión es que el crecimiento aumente hasta el 2,5 %.

Una política fiscal muy expansiva, un mercado laboral con una tasa de desempleo por debajo del 5 % y en el que los salarios empiezan a subir con fuerza, un precio del petróleo al alza y un mayor crecimiento económico provocarán tensiones inflacionistas que llevarán a la Reserva Federal a subir los tipos de interés de forma más agresiva de lo inicialmente previsto. Las previsiones apuntan a que en este año se acometan tres alzas, hasta alcanzar el 1,5 %, pero se está descontando que esos incrementos pudieran ser más intensos, con el objetivo de que los precios no suban significativamente por encima del 2 %.

 

Hacia una fase de involución en las relaciones internacionales

Todo apunta hacia un aumento del unilateralismo. En los próximos años no se replicará el importante proceso de apertura comercial conocido desde el inicio del milenio e incluso podría haber una cierta involución. Esos temores no parecen compartirlos los mercados. Las bolsas han interpretado las medidas anunciadas por el nuevo presidente, que son positivas a corto plazo para una parte sustancial del tejido productivo estadounidense; concretamente, ese es el caso de sectores como los de la banca, el petróleo y gas, el farmacéutico o la construcción.

Tras el triunfo de Donald Trump, la moneda estadounidense tomó una tendencia alcista y, en un principio, la divisa que más sufrió fue el peso mexicano, mientras que el rublo fue la menos perjudicada. Aunque muchas divisas han recuperado lo inicialmente perdido, la subida de los tipos de interés en Estados Unidos provocará a medio plazo un dólar más fuerte, algo que preocupa en muchos países latinoamericanos, como México, país en el que, además, los riesgos son mayores.

El gran problema es la inseguridad que se genera en torno al Tratado de Libre Comercio y el establecimiento de aranceles o cuotas a las exportaciones. Moody’s estima que la aplicación de un arancel del 20 % sobre las importaciones podría traducirse en una depreciación del peso de hasta el 25 % y supondría el mayor giro desde la fase posterior al Acuerdo Plaza de 1985 entre Estados Unidos, Japón y las grandes economías europeas. Para la agencia de rating, esto obligaría a efectuar ajustes internos a economías con divisas vinculadas al dólar, como las de Arabia Saudí y Hong Kong. También afectaría a países con elevados niveles de deuda en dólares, como Jamaica o Venezuela, al tiempo que influiría en economías más grandes, como China y, en términos más generales, daría pie a una reconfiguración de las cadenas de suministro globales. Esto tendría consecuencias no solo para los países que dependen de las exportaciones, sino también para el comercio en todo el mundo.

El eje de la política económica es un importante impulso fiscal, catalizado por dos vías: el incremento del gasto público y el recorte de impuestos a las empresas y a los segmentos de población con rentas altas y medias.

Gravámenes para las remesas

La estrategia de Trump de fijar barreras proteccionistas ha tenido sus primeros reflejos en la salida de Estados Unidos del Tratado Transpacífico, acuerdo que aún no había entrado en vigor, así como el descarte del Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP, por sus siglas en inglés), que se estaba negociando con la Unión Europea.

Otro aspecto clave y grave para muchos países es que Trump cumpla sus propósitos y establezca gravámenes para las remesas de dinero que los emigrantes envían a sus países de origen. Estas partidas son vitales para muchos estados latinoamericanos. Concretamente, son el segundo ingreso de México, que recibe en torno a 25.000 millones de dólares al año por este concepto. Este movimiento en las remesas sondeado por el presidente estadounidense puede cambiar sustancialmente la situación de la economía mexicana.

En Europa, la llegada de Trump coincide con un escenario en el que la economía se está recuperando, pero con tasas de crecimiento aún bajas. Las previsiones futuras varían dependiendo del país y, mientras que España crecerá algo menos, Grecia podría volver al terreno positivo, Alemania situará su mejora en torno al 1,5 %, Francia estará un poco por debajo y el Reino Unido empezará a notar los efectos de desaceleración del brexit.

También hay que tener en cuenta que el Banco Central Europeo ha prolongado la política de estímulos. Esto permite un cierto escenario de tranquilidad para que los tipos de interés se mantengan en tasas bajas. Por tanto, Europa está en una posición favorable, pero la inflación ha empezado a repuntar desde las tasas negativas de 2016 y el riesgo es que siga creciendo por encima del 2 %.

 

Mejora de las economías emergentes

En el resto del mundo se registra una leve mejoría de las economías emergentes, con algunas excepciones. Latinoamérica estuvo en recesión en 2016, pero podría crecer un 1 % en 2017, dependiendo de cómo evolucionen Brasil y México, países que concentran el 40 % del PIB de la región. En este sentido, es interesante recordar que, desde 1930, la primera vez que Brasil ha sufrido dos años consecutivos de recesión ha sido en 2015 y 2016, situación que podría cambiar dependiendo de cómo evolucione su situación política y fiscal. En México, la clave estriba en cómo se desarrolle su relación política y económica con Estados Unidos. Al mismo tiempo, otras regiones se estabilizan o mejoran básicamente gracias a la recuperación del precio de las materias primas y del petróleo.

En cuanto a los grandes países, China continúa con su proceso de aterrizaje suave, desaceleración que le llevará a crecer al 6 % en 2018. Por el contrario, la India se acelera, mientras que Rusia recupera el crecimiento positivo al calor de la subida de los precios del petróleo.

El epicentro mundial de la actividad económica va a emigrar hacia el Pacífico, un proceso imparable porque China va a tener un rol económico más importante y demanda un mayor protagonismo.

El Pacífico, epicentro de la actividad económica

Independientemente de las políticas de Trump, el epicentro mundial de la actividad económica, que llevaba en el Atlántico Norte desde el siglo XVI, va a emigrar hacia el Pacífico, zona en la que se “cocina” la mayor parte del PIB global y en la que se concentran las economías más dinámicas. Ese proceso es imparable, sobre todo porque China va a tener un rol económico cada vez más importante y empieza a demandar un mayor protagonismo. La Administración china centra su estrategia en un ascenso tranquilo, es decir, en recuperar los lugares que nunca debió perder a partir del siglo XIV, cuando inició su proceso de involución interior. China ha llegado para quedarse y quiere asegurarse un dominio político, económico y militar.

Por su parte, Europa va a ser lo que quiera ser, aunque no hay un proyecto a largo plazo de lo que pretende. Hoy concentra el 7 % de la población mundial, el 25 % del PIB y más del 50 % del gasto social efectuado en todo el mundo. Estos porcentajes no cuadran y deberán ir ajustándose. Por otro lado, Europa se verá obligada que imponer un “castigo” al Reino Unido para evitar futuras réplicas del brexit, tratando de que la salida no sea indolora.

También es una realidad que Trump mantiene una “luna de miel” con el mandatario ruso Vladimir Putin en temas como la guerra de Siria, pero cuesta pensar que esta cordialidad se mantenga en temas como Irán, donde existen planteamientos muy diferentes. El apoyo de Estados Unidos al Gobierno de Israel va a ser más incondicional, ya que incluso ha anunciado el traslado de su embajada a Jerusalén, algo que es una provocación no solo para los palestinos, sino también para todo el mundo árabe. No está claro que en el futuro el soporte estadounidense sea tan activo como el mantenido en el pasado con Oriente Medio. Además, ese componente geoestratégico y geopolítico que era el petróleo pesa cada vez menos, ya que actualmente más de la mitad del petróleo que consume Estados Unidos es de producción propia. Aunque esté lejos del autoabastecimiento, no tiene la dependencia del pasado y la va a ir reduciendo gracias al fracking.

 

© IE Insights.

 

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